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Mtro. Alfonso Enrique Dix Ponnefz

El Mar y yo


La profesión marítima me trajo a México, un país donde la esencia marina se entrelaza con mi existencia de manera inseparable. Desde que a los 16 años descubrí mi pasión por el mar en la Escuela Naval de Cadetes de la Marina colombiana, institución naval militar en donde nació en mí un anhelo profundo por explorar el mundo. Desde entonces, como oficial mercante, he tenido el honor de surcar diferentes océanos, cada uno ofreciéndome perspectivas nuevas y emocionantes aventuras. La inmensidad del agua ha sido un refugio y un desafío, un espacio donde mis aspiraciones y la realidad se entrelazan.

A lo largo de mis años en el mar, mis travesías me llevaron a diversos países, donde cada puerto se convirtió en un capítulo relevante de mi vida. Desde las cálidas orillas del Caribe hasta las frías aguas del Atlántico norte, he sentido la fuerza del océano y su capacidad transformadora. La brisa marina, el susurro de las olas y el balanceo de las embarcaciones han formado parte de mi rutina diaria, y cada experiencia en el mar ha dejado una huella profunda en mi ser.

Más tarde, las funciones administrativas, comerciales y operativas en diversas empresas navieras y puertos definieron la siguiente fase de mi carrera. Aunque mi rol cambió, la esencia de mi conexión con el océano se mantuvo intacta. Trabajar en la industria marítima me permitió continuar vinculado a ese vasto y fascinante mundo que siempre ha capturado mi interés. Cada día, en mi trabajo, siento la energía del océano recorriendo mi ser, recordándome por qué elegí este camino.

Durante casi 48 años de vida, el océano ha sido mi guía. Me ha enseñado valiosas lecciones sobre la resiliencia, la adaptación y el respeto hacia las fuerzas de la naturaleza.

He llegado a valorar el trabajo en equipo, la importancia de la comunicación y el arte de la navegación, no solo en un sentido físico, sino también en la vida. Cada ola enfrentada y cada tormenta superada han sido oportunidades para crecer y aprender.

Mi relación con el mar va más allá de lo profesional; es un vínculo emocional y espiritual. Hay una calma que solo se encuentra en la inmensidad del océano, un momento de reflexión que invita a la introspección.

Hoy, al observar el horizonte de mi vida, siento un profundo agradecimiento por todo lo que el mar me ha brindado. Mi historia está entrelazada con sus corrientes y misterios, y seguiré honrando esa conexión por el resto de mis días. Es un vínculo que trasciende el tiempo y el espacio el que compartimos el Mar y yo.

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Cap. Alí Barcelata Luna

La transformación de México hacía una Nación Marítima

La mar es un espejo de los pueblos que la navegan. En sus olas se reflejan la historia, el anhelo de desarrollo y la búsqueda de sentido.

La talasocracia —de thalassa (mar) y kratos (poder) —, nacida en las costas de Creta con la civilización minoica, fue el primer intento humano de ordenar el horizonte azul. Los minoicos comprendieron que la mar no era solo un abismo, sino un vínculo entre islas, culturas, intereses y destinos. En el control de las rutas marítimas se esbozó una lección perdurable: quien domina los mares escribe la historia.

Atenas, Venecia, los Países Bajos, Gran Bretaña y Estados Unidos lo demostraron al construir relatos de hegemonía sobre los océanos. Para los atenienses, el poder marítimo simbolizó el triunfo de la democracia; para los venecianos, un pacto comercial que conectaba las riquezas del mundo; para los neerlandeses, el arte de la navegación y el control de rutas mercantiles; para los británicos, el pilar de un imperio donde nunca se ponía el Sol; y, para los estadounidenses, el símbolo del

destino manifiesto y un recordatorio de su preeminencia.

En Mesoamérica, las tradiciones prehispánicas entrelazaron el agua y la cosmovisión de sus pueblos. Para los mexicas, el altépetl —montaña y agua— simbolizaba la dualidad entre tierra y agua como sustento vital. Tenochtitlán, erigida en el lago de Texcoco, destacó por su adaptación ecológica mediante chinampas y canales, optimizando el uso sostenible del agua. Los mayas, rodeados de playas, cenotes y ríos, desarrollaron una cultura náutica avanzada, usando canoas para

comercio y rituales que vinculaban ciudades como Tulum y Chichén Itzá con rutas del Caribe.

Durante la época virreinal, los puertos de Veracruz y Acapulco no solo conectaron Nueva España con Sudamérica, Europa y Asia, sino que crearon un espacio de intercambio cultural y comercial sin precedentes. Por la mar llegaron productos, ideas y personas que transformaron el tejido social, desde la introducción de nuevas tecnologías hasta la fusión de tradiciones artísticas.

México, históricamente ligado al mar como puente y motor de desarrollo, posee un legado invaluable para consolidarse como una potencia marítima emergente.

El estratega naval estadounidense Alfred T. Mahan afirmó que el poder marítimo descansa en la geografía, los puertos y las flotas mercante y naval. La ubicación bioceánica de México, su extenso litoral, los puertos clave conectados por el Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec, su creciente industria naval y los vastos recursos naturales marinos, junto con la tenacidad y creatividad de su gente, posicionan al país como un actor marítimo relevante en la dinámica global.

Si despertamos nuestra conciencia marítima y reconocemos la mar como una extensión de nuestra identidad, como un puente y sustento, podremos transformarla en una fuente de bienestar, desarrollo y esperanza para un México que, al igual que sus olas, se reinventa constantemente.

Con una política nacional clara y un plan estratégico incluyente, es posible fortalecer nuestro potencial marítimo, convirtiendo costas y océanos en pilares de prosperidad y justicia social.

Por ello, México cuenta con una Política Nacional Marítima, la brújula que guía la transformación hacia una verdadera nación marítima. Esta política define los Intereses Marítimos Nacionales, que incluyen: la seguridad marítima, el Sistema Portuario Nacional, la protección marítima y portuaria, la cultura marítima, la industria naval, los recursos naturales marinos, el comercio marítimo, la Marina

Mercante, el medio ambiente marino y el turismo náutico, todos integrados en un enfoque de desarrollo sostenible.

La transformación hacia una nación marítima solo será posible con el apoyo y participación del Pueblo de México. Con esta visión, el pasado 13 de enero, en el Museo Naval México de la ciudad y puerto de Veracruz, la MARINA llevó a cabo el Foro de Participación Ciudadana del Plan Nacional de Desarrollo 2025-2030.

Este evento fue un ejercicio democrático sin precedentes, donde se abrieron mesas de diálogo para recoger las propuestas de todos los sectores de la sociedad, con el objetivo de fortalecer los Intereses Marítimos Nacionales, promoviendo una economía moral y la innovación pública para el desarrollo tecnológico del país.

El futuro de México está ligado a la mar, no como un límite, sino como un horizonte de oportunidades. Juntos, planeando y construyendo, haremos de nuestras aguas un reflejo de la nación que aspiramos a ser.

https://www.milenio.com/opinion/capitan-ali-barcelata-luna/columna-invitada/la-transformacion-de-mexico-hacia-una-nacion-maritima

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